lunes, 12 de abril de 2010

Artículo Periodísico referente al abandono y la explotación infantil


Cuando camino por las calles y percibo y veo esas caras sucias y desoladas pienso no solo en el niño sino en lo que hay detrás de ellos, sabemos que son usados para explotarlos con el mejor postor...

cuándo la vida va a dejar de tener precio?
cuándo ser pequeño es sinónimo de irrespeto?
cuando ser niño se convirtió en la rueda de la fortuna para muchos padres ignorantes que están podridos por el desamor y la falta de conciencia?.

Es triste y desolador ver en las calles de nuestro país tristes niños abandonados a la suerte y en trabajos poco dignos, sirviendo de payasos para sacar una sonrisa a alguien en un semáforo, mientras su pobre corazón roto no conoce de las alegrías, no sabe de jugar ni de vivir en paz, y con plena seguridad no sebe del amor de una madre ni de la mano que lo protege, solo conoce eso, el mundo oscuro del asfalto donde al pasar deja las huellas de tristeza y soledad donde por cada día que pasa es una pena más en su corazón, tristes marionetas de la vida que han sido utilizadas como fachada de la pobreza, donde detrás de esto está la mala educación, la drogadicción y prostitución.

Ahora me pregunta que será del mañana si no son rescatan estos niños de la calle? Pero de manera triste las mismas autoridades ya se acostumbraron a ver estos cuadros todos los días, tal cual como a los transeúntes se nos vuelve paisajes y hasta podemos saber en qué semáforo o en que esquina hay un niño abandonado por la injusticia social y por el desamor de los padres que vieron en un pequeño la manera de sobrevivir más fácil y canalla, que se puede conocer; este artículo solo pretende dejar un poco de reflexión a las personas y que permita tocar cada corazón y que desde cada una de nuestras carreras podamos marcar la diferencia para brindar a los infantes un mundo mejor, donde el amanecer sea un poco más dulce y grato, donde los menores crezcan con una sonrisa plena de la esperanza y donde construyan de sus sueños grandes realidades.

Escrito (Ana escobar)

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