LA ESPERANZA
Esperanza es el sentimiento que nos hace ver a la Mano Divina actuando en nuestra vida y, aun en los momentos de mayor dificultad o dudas, nos hace saber esperar la intervención de lo Alto en nuestros pasos.
Esperar con acción y lucha, no esperar de brazos cruzados. Confiar que si aún no llegó la respuesta que necesitamos es porque todavía no hemos llegado al fondo del problema.
Es tan seria y necesaria la presencia de la esperanza en nuestra vida, que recordamos la postura de un determinado espíritu, por la pluma de Chico Xavier, quien dice que: “la peor prueba para alguien es no tener esperanza y continuar viviendo”.
La esperanza es la energía que nos hace siempre buscar fuerzas, con la certeza de que donde ella nos falte, el socorro vendrá a recargarnos el ánimo y a darnos la ayuda necesaria para que cumplamos nuestros designios.
No hay esperanza donde se paraliza la marcha. Quien interrumpe la caminata, queriendo ser atendido inmediatamente, es obstinado y acomodado. Sin las manos callosas del servicio, sin la frente sudada por el esfuerzo, sin dolor en los músculos del alma no habrá respuesta eficiente.
Aun cuando estemos muy frágiles, si mantenemos la determinación de arrastrarnos, aunque sea unos milímetros por día, el auxilio nos visita. ¿Y el que no se esfuerza? ¿Es abandonado por la Bondad Divina? No, pero el socorro surge para intentar erguir de nuevo a la criatura humana, no pudiendo atajar el problema ya sufrido. Hemos de tener en cuenta que nosotros, sí, recibimos ayuda, pero la solución de las dificultades tiene que venir de nuestras propias manos. Ganamos
cuando aprendemos a tener equilibrio entre la esperanza libertadora y el pesimismo de los que creen que, si no son atendidos Intempestivamente, se sienten desalentados y abandonados por el manto del Amor Divino.
Ni paralizar las manos ni exigir el auxilio, ya que, más que nosotros, las Fuerzas Espirituales saben hasta donde apretar la tuerca…